1. Almacenamiento adecuado:

Guardá tus quesos en la parte más fresca de la refrigeradora, a una temperatura entre 4°C y 10°C. Envolvé cada queso en papel encerado o papel plastico para evitar que se sequen o absorban olores indeseados.

2. Humedad controlada:

Algunos quesos necesitan humedad para mantener su calidad. Colocá un paño húmedo en el compartimento de los quesos o utilizá contenedores herméticos con pequeñas perforaciones para regular la humedad.

3. Evitá el exceso de aire:

Cuando guardes tus quesos, asegurate de que estén en un ambiente con poco aire. Demasiado oxígeno puede secarlos o causarles moho no deseado.

4. Rotación y consumo:

Consumí los quesos en el orden en que los compraste, ya que cada variedad tiene su propio tiempo de maduración óptimo. Rotarlos también ayuda a distribuir la humedad de manera uniforme.

5. Etiquetado adecuado:

Identificá tus quesos con etiquetas para saber qué tipo son y cuándo los compraste. Esto te ayudará a llevar un seguimiento y a consumirlos en su mejor momento.

6. Corte y servido:

Utilizá cuchillos limpios y afilados para cortar los quesos. Sacalos de la refri unos 30 minutos antes de servir para que alcancen la temperatura ideal y liberen todo su sabor.

7. Quesos fuertes y suaves:

Si tenés tanto quesos suaves como fuertes, almacenalos por separado para evitar que los sabores se mezclen.

8. Descubrí nuevos sabores:

Aprovechá la oportunidad para probar quesos diferentes. Explorá sabores y texturas variadas y descubrí nuevas combinaciones con panes, frutas y vinos.

Con estos consejos, podrás disfrutar de tus quesos de la mejor manera, recordá que el cuidado que les brindés influirá directamente en la experiencia. ¡A disfrutar!